Jul 14, 2014

El tsunami digital se está infiltrando en las economías industriales más clásicas

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, PDD por Euroforum y Máster en Innovación y Empreneurship y en Digital Business por ESADE, Fernando Rayón acumula una dilatada carrera como directivo en gestión del agua, a nivel nacional e internacional. Actualmente es Director de Innovación de Negocio de Agbar/Aqualogy, con especial foco en "Smart Cities" y economía digital. Pocas voces más autorizadas podríamos encontrar en el sector del agua para arrojar luz sobre el camino hacia la gestión inteligente y las consecuencias de la revolución digital.

 

Pregunta.- En primer lugar vamos a ocuparnos del concepto: ¿hemos explicado bien en qué consiste una Smart City?


Respuesta.- Pues yo creo que sí. Pero aún parece confuso porque lo han explicado muchas personas e instituciones diferentes, con muy distintos intereses y puntos de vista. Y así, aunque cada una de ellas lo haya explicado bien, lo ha hecho según su propia visión. Y como el mundo es grande, con muchas y muy diferentes ciudades, y cada una con muchos y muy diferentes actores, las explicaciones que se dan son necesariamente muy dispares, lo que produce cierta sensación de confusión en los receptores del mensaje.

 

Eso causa que haya muchos especialistas que se esfuerzan en concretar y llegar a una definición estándar, objetiva, cuantificable y única para todo el mundo. Pero, con todos mis respetos, yo creo que es un esfuerzo con escasa garantía de éxito porque, como es sabido, vivimos tiempos líquidos, en los que las fronteras conceptuales son cada vez más difusas y la tendencia imperante es más hacia la personalización y la customización que hacia la creación de esquemas rígidos, válidos para todo el mundo y en todo momento. Además, los que nos ocupamos de cerca de este concepto en particular, y de la innovación en general, sabemos perfectamente que los nuevos conceptos cada vez tienen una vida más corta y son rápidamente sustituidos por conceptos más nuevos aún, y así sucesivamente. No sería por tanto de extrañar que se reemplace el concepto de smart city por otro nuevo antes incluso de haber conseguido una definición estándar.

 

En definitiva, soy partidario de dejarle al concepto la elasticidad que naturalmente tiene, y de alentar y admitir en él los esfuerzos y los resultados de todos los actores interesados en mejorar las ciudades, aprovechando del concepto toda la fuerza y la capacidad de mejora que incorpora dentro de esa elasticidad.Dicho esto, creo en todo caso que estamos en un viaje como el de Ítaca, en el sentido de que todo esfuerzo de sistematización, cuantificación y objetivación del concepto, generará resultados creativos y válidos para ayudar a seguir avanzando en la mejora de la ciudad y de la vida en ella, aunque no se llegue al objetivo último de definir precisa y exactamente qué es una smart city. Y por tanto es también muy conveniente seguir con esos esfuerzos.

 

Con toda seguridad la respuesta vaya en la pregunta ¿Es una acción de marketing, un paquete de herramientas o una filosofía para la construcción de ciudades del futuro?

 

En mi opinión es todas esas cosas y muchas más, como se puede deducir de mi respuesta
anterior. Y hay que reconocer también que, en no pocas ocasiones, no es otra cosa que puro humo y mareo de perdiz. Y, en estos casos, será lógicamente el buen juicio de los ciudadanos el que acabará aprobando, ignorando o cuestionando abiertamente las aplicaciones pretendidamente smart que se hayan hecho en su ciudad.


P.- ¿Qué define una acción para que pueda considerarse Smart?


R.- Esta pregunta también obtendría muy diferentes respuestas en función de la personalidad y los intereses del entrevistado. Un tecnólogo hablaría probablemente de la aportación de la inteligencia que cabe esperar de los sistemas informáticos y de comunicaciones. En cambio, un ciudadano de a pie probablemente lo hiciera trayendo a colación cómo enfoca su ciudad la mejora de su calidad de vida y la de los suyos, etc.

 

Ahora bien, como es sabido, el significado de la palabra inglesa incorpora componentes de inteligencia y de elegancia. Y, según eso, una acción será smart siempre que proponga soluciones inteligentes y elegantes para los problemas de los ciudadanos en sus ciudades, de forma que éstas sean cada vez más atractivas para vivir y tengan un mejor desarrollo social, ambiental y económico.

 

La revolución tecnológica está en marcha: la forma en la que nos comunicamos, llevamos a cabo las acciones más cotidianas o participamos en la sociedad están cambiando a pasos agigantados ¿Existen riesgos de una extrema dependencia a la tecnología y el internet?

 

Es evidente que esa dependencia ya existe. Una caída significativa de Internet tendría hoy probablemente un efecto tan grave o más que una caída significativa en la provisión de energía o de agua o de cualquier otro servicio básico. En un mundo cada vez más tecnológico y conectado, los servicios de las ciudades se vuelven a la vez más sofisticados y más vulnerables a emergencias. Y a ello se suma el eventual aumento de riesgos extremos por efecto del calentamiento global y otras causas tanto naturales como artificiales. Por ello, cada vez se va a tener que prestar mayor atención al concepto de resiliencia de las ciudades, es decir, su capacidad para superar con éxito situaciones de emergencia extrema. En mi opinión, la resiliencia es uno de los valores fundamentales de toda ciudad que quiera considerarse smart, y lo será cada vez más. Y, curiosa y simultáneamente, la tecnología e Internet, por sus propias naturaleza y capacidad, van a jugar un papel fundamental en la mejora de la resiliencia de nuestras ciudades.


P.- Háblenos del concepto Citiness.


R.- Citiness es un concepto creado y desarrollado con mi equipo en Aqualogy que pretende ser comprensivo de la esencia de lo que es ser ciudad para un ciudadano del siglo XXI: un ciudadano que quiere vivir en una ciudad segura, confiable, atractiva para el talento y sostenible social, económica y ambientalmente. Una ciudad, en definitiva, competitiva en el mundo de hoy, a la que la gente quiere ir a vivir porque puede encontrar mejores oportunidades de desarrollo personal, profesional y familiar, y un mayor bienestar.

 

Así, bajo el prisma Citiness, el reto de las smart cities es conseguir que la tecnología y la innovación se pongan al servicio de ciudadanos y demás actores y responsables urbanos, para impulsar una ciudad agradable para vivir y competitiva económica, social y ambientalmente. Ahora bien, Citiness no es un concepto teórico. Es una idea-fuerza en cuya aplicación práctica Aqualogy vierte su experiencia más que centenaria en la gestión de servicios urbanos. Y la complementa con diferentes iniciativas de innovación abierta, para ganar actividad y posicionamiento en el contexto de la smart city de gestión integrada. El enfoque Citiness pretende así configurar soluciones desde una perspectiva integradora, en la que la tecnología y la economía digital tienen mucho que aportar, pero siempre desde la perspectiva de las necesidades de los ciudadanos.

 

En mi opinión, el vertiginoso desarrollo de la tecnología en los últimos años ha hecho cambiar el paradigma del progreso. Así, hasta hace bien poco, el progreso se producía casi invariablemente como consecuencia de la búsqueda de soluciones a los distintos problemas que se iban encontrando. Actualmente este modelo sigue siendo válido. Pero ahora, además, la tecnología está tan avanzada y progresa a tal velocidad que es capaz de proporcionar las soluciones incluso antes de que se hayan identificado los problemas a resolver. Este fenómeno se da frecuentemente en el ámbito de las smart cities, donde no es extraño encontrar tecnólogos con productos maravillosos, junto a responsables urbanos buscando desesperadamente qué problemas se podrían solucionar con ellos…


R.- Pasemos a su implantación. Póngase en situación: es usted elegido alcalde de una ciudad de más de 100.000 habitantes en la que se gestionan los servicios de manera tradicional ¿Cuáles son los primeros pasos a dar? 


R.- Pues los típicos para resolver un problema o alcanzar un objetivo de cierta envergadura en cualquier ámbito: se comienza por identificar el problema y/o definir el objetivo; se realiza un diagnóstico serio de la situación actual; se esbozan, estudian y comparan las diferentes alternativas de solución integrando los puntos de vista social, técnico, económico y ambiental; se realizan los estudios de coste/beneficio (también social, económico y ambiental) de cada alternativa; se seleccionan las actuaciones correspondientes a las alternativas más ventajosas; se planifica y prioriza su ejecución en función de la disponibilidad de recursos y del beneficio marginal a aportar por cada actuación, y, finalmente, se procede a la ejecución física planificada de esas actuaciones.

 

Esta secuencia tan elemental se ignora más veces de lo que pudiera parecer al diseñar un proyecto de smart city. Y no sólo en los proyectos de smart city. Podemos pensar, por ejemplo, cuántas de las muchas actuaciones manifiestamente deficitarias –o pura y llanamente inútiles- ejecutadas en nuestro país en los últimos años se habrían evitado si se hubiera seguido con seriedad y profesionalidad la secuencia anterior...

 

Dar aquellos pasos, por tanto, es la manera lógica y eficiente de proceder. Y en el ámbito especial de las smart cities hay que incorporar, además, el criterio citiness. Y eso quiere decir garantizar una adecuada participación ciudadana, fomentar que las personas con ideas y espíritu emprendedor puedan hacer sus aportaciones durante todo el proceso, y enfocar las soluciones bajo un punto de vista de gestión integrada de la ciudad, teniendo en cuenta las interacciones que se producen entre los diversos servicios urbanos y los diferentes actores de la ciudad.


P.- En ensanches de nueva construcción la implantación es más fácil, si tenemos claros los conceptos.


R.- Efectivamente, en las nuevas ciudades que se construyen en algunos países emergentes, y en las ampliaciones de ciudades en los países desarrollados, es más fácil diseñar y construir, porque se hace from scratch, y no hay que respetar infraestructuras y sistemas preexistentes que condicionan técnica y económicamente las soluciones a aplicar. Pero hay que tener en cuenta que, en España, con una previsión actual de crecimiento negativo de población y con una expansión de la urbanización poco probable en el corto y medio plazo por razones obvias, en general habrá que continuar trabajando en entornos urbanos preexistentes.


P.- Vamos a mojarnos: Agua y Smart City. ¿Qué aporta el concepto Smart al ciclo integral del agua?


R.- Cuando en los foros de smart cities se habla del agua, lo más normal es que se tienda a hablar, casi exclusivamente, de reducción de fugas y telelectura. Pero en el ciclo urbano del agua, el campo de actuación es mucho mayor. Además de los citados, están los desarrollos tecnológicos que se vienen haciendo a lo largo de todo el ciclo, desde los modelos de planificación hasta las nuevas soluciones de tratamiento del agua, pasando por las mejoras en el consumo energético, el control de inundaciones y la reutilización no sólo del agua, sino también de los subproductos de los distintos procesos de tratamiento.

 

Pero es que, además de estas cuestiones relacionadas directamente con el ciclo urbano del agua, cuando se aplica el concepto citiness que antes comentábamos, se abre un abanico de posibilidades enormemente más amplio. Efectivamente, al incorporar directamente al ciudadano (tanto como demandante de mejores servicios e informaciones, como en su nuevo papel de aportador de información a través de redes sociales y dispositivos móviles), se da un salto cuántico en las posibilidades de mejora de la calidad de vida y, por tanto, en la competitividad de las ciudades.

 

De esta manera, los gestores de agua en la ciudad tienen mucho que aprender y que aportar, a la luz de las visiones smart y citiness, para colaborar en la creación de las ciudades del futuro, con una mayor calidad de vida, más competitivas y más sostenibles.Además, gracias al desarrollo tecnológico y de Internet, muchos de los activos que se emplean en la gestión habitual del agua en las ciudades pueden desempeñar otras funciones adicionales de ayuda a la gestión de la ciudad considerada como un todo. Sirva como ejemplo de esta idea la flota de vehículos del servicio de agua urbano. Esta flota se dedica normalmente de forma exclusiva a la operación y el mantenimiento de las infraestructuras del servicio de agua. Pero es evidente que podría prestar otros muy interesantes servicios a la ciudad, con un coste marginal muy reducido o nulo...Y esta posibilidad de utilización de activos para tareas “de ciudad” complementarias se encuentra frecuentemente en muchos otros activos de los servicios de agua. Falta sólo imaginación y una utilización adecuada de la tecnología.


P.- La Smart City y el emprendimiento es una pareja muy bien avenida.


R.- Ciertamente. Como hemos visto, en nuestras ciudades hay que buscar soluciones a los problemas reales. Pero también hay que identificar problemas aún no detectados, y para los que la tecnología ya tiene soluciones. Y todo ello con el objetivo de aumentar en la ciudad su competitividad, su sostenibilidad y, en definitiva, su calidad de vida presente y futura.

 

En este contexto, la innovación abierta, colaborativa y participativa es la única posibilidad de avanzar a buen ritmo. Y, para las empresas y los servicios de agua, la emprendeduría es el paradigma de la apertura y la participación. Efectivamente, el mundo del agua es típicamente un mundo bastante tradicional (en muchos sitios, por ejemplo, las prácticas de riego siguen siendo milenarias), con unos esquemas de regulación en general alejados de los patrones de la economía rabiosamente competitiva, cambiante e innovadora del mundo actual y, específicamente, de la economía digital. Ello tiene su causa en que los gestores de agua –por suerte o por desgracia- no trabajamos con electrones que viajan ingrávidos y a la velocidad de la luz transportando energía e información, sino con moléculas de agua que “pesan” y se mueven despacio. En cambio, muchas –si no todas- de las grandes innovaciones de nuestro tiempo tienen sus raíces en el entorno digital, que es el que verdaderamente está cambiando el mundo. Pero recientemente el tsunami digital se está infiltrando cada vez más en las economías industriales más clásicas. Los modelos tradicionales se están tambaleando. Y ahí es donde la simbiosis de la cultura industrial tradicional y el empuje ágil y entusiasta de los emprendedores puede generar grandes frutos.

 

Se trata, efectivamente, de una importante apuesta por el emprendimiento, consistente en un fondo de inversión que hemos constituido con el CDTI dentro de su programa INNVIERTE. El fondo está dirigido a start-ups tecnológicas de los ámbitos del agua, el medio ambiente, la energía y las smart cities. Lanzamos el fondo en septiembre del año pasado y llevamos analizados más de 150 proyectos, habiendo identificado ya 3 ó 4 que presentan muy buenas perspectivas de inversión, y que posiblemente materializaremos en los próximos meses.Aqualogy ha apostado por esta relación con la puesta en marcha de Vento. Nada menos que con un objetivo de inversión de 26 millones de euros en 5 años.

 

Buscamos start-ups que tengan su producto ya desarrollado y en fase de comercialización y que necesiten crecer. Nuestro objetivo es aportarles financiación, y posibilidades de expansión, gracias a nuestro conocimiento tecnológico y de mercado y nuestras redes comerciales. Los interesados pueden encontrar más detalles en www.ventoinversiones.com


P.- Para concluir, en el contexto actual en el que vivimos ¿es optimista con las ciudades del mañana?


R.- Los tiempos son difíciles y, por eso mismo, no queda otra que ser optimista. Pero, mire, yo creo que hay motivos para serlo. Siempre pienso que nos ha tocado vivir un momento histórico profundamente interesante. Los retos planetarios que tenemos planteados son enormes: calentamiento global, riesgo de desequilibrios en el triángulo agua-energía-alimentación, crecimiento poblacional y concentración urbana, crisis sociales, económicas, ambientales, modelos tradicionales que caen repentinamente,…Pero al mismo tiempo se nota que hay recambios. Los modelos no caen contra el vacío. Caen porque hay modelos nuevos que los sustituyen. Es opinión corriente que hoy tan sólo sabemos, como especie, el 10% de lo que sabremos de aquí a 10 años. Por tanto, es claro para mí que con esta capacidad vertiginosa de incrementar nuestro conocimiento vamos a encontrar las soluciones que precisamos…E incluso vamos a encontrar los problemas para los que la tecnología y el conocimiento ya tienen soluciones sin que nos hayamos dado cuenta.